ARQUITECTURA Y REVOLUCIÓN SEXUAL. El tanque de agua "Brick Dick", en Michigan, Estados Unidos (1889-90). Fue votado el edificio más fálico del mundo (imágenes cortesía de Reaktion Books).
Si bien el campo de intereses de Richard J. Williams, docente de Cultura Visual Contemporánea en la Universidad de Edimburgo, es amplio y diverso, se puede decir que sus investigaciones convergen finalmente en un marco general y en un punto focal indiscutible: la ciudad. Sus escritos han cubierto infinidad de temas relacionados con este tema, desde la regeneración urbana hasta el lugar que la cultura ocupa en la ciudad. Si bien su trabajo está influenciado por la sociología urbana (hay que pensar en la obra de Manuel Castells, Richard Sennet y David Harvey), Williams pone gran énfasis en la parte visual, explorando cómo se representa gráficamente la ciudad, como así también tratando de entender la tensión que existe entre las teorías urbanas y la forma en que la vida realmente se desarrolla dentro de una urbe. El último libro de Williams, que además mantiene un blog dedicado a temáticas urbanas, es "La Arquitectura Moderna y la Revolución Sexual", que fue recientemente publicado por Reaktion Books. En esta entrevista, realizada con ARQ via mail, el autor repasa cómo llegó a interesarse en el tema, el erotismo de la arquitectura brasileña y qué construcciones actuales podrían ser consideradas "sexy".- ¿Cómo llegaste a relacionar estas dos ideas y explorar sus ramificaciones?
He vivido en Edimburgo, Londres, Manchester y Madrid. La arquitectura escocesa me impresionó como "represiva", en un sentido freudiano y simplista. Edimburgo es arquitectónicamente muy consistente; la ciudad está compuesta en su gran mayoría por edificios de 4 pisos que fueron construidos en la segunda mitad del siglo XIX. Las esferas públicas y privadas están muy bien diferenciadas. Hay una iglesia en cada esquina. Con esto quiero decir que una sociedad socialmente muy conservadora, y ese conservadurismo está inmortalizado en los ladrillos. Toda la arquitectura tiene un aire anti-sexual, al menos en el sentido que entendemos al sexo ahora. Vivir ahí fue como transportarse a la Viena de Freud.
Cuando empecé a pensar en estas cuestiones desde el punto de vista académico, me di con que ya había gente que había estudiado el tema, como por ejemplo el crítico de arquitectura americana Aaron Betsky y Beatriz Colomina, docente de MIT.
- En tu libro hacés hablás de la relación entre la arquitectura moderna y la revolución sexual. Cuándo te referís a la "modernidad", ¿estás hablando solo de la estética o de todo el credo modernista?
-Escribiste un artículo para la revista Aeon Magazine sobre tu libro, donde mencionaste a la arquitectura modernista brasileña y a la comunidad Drop City como ejemplos de arquitectura sexy. ¿Podrías desarrollar un poco más esta idea? ¿Cómo te imaginás que se siente o luce la arquitectura sexy?
"Casas das Canoas"
Con respecto a las comunas, es interesante notar que todas las ideas modernas de liberación sexual parten de la comuna, y con justa razón. Debido a que viviendas son parte del patrimonio de una persona, su alto valor financiero inhibe a la mayoría de experimentar en la construcción de ellas. La gente se vuelve reacia al riesgo. Esto es algo natural. También diría que vivir en una comunidad es una forma de eficientizar el tiempo, ya que al compartirse varias tareas (como por ejemplo el cuidado de niños), hay más tiempo para otras otras actividades, como el sexo.
Las comunas de los 60, como la de Drop City, fueron pensadas como lugares sexualmente liberales. Los domos de Drop City eran bastante espectaculares. La más liberal de todas probablemente fue Morningstar, en California, donde todo el mundo caminaba desnudo. Pero no tenía nada interesante desde el punto de vista arquitectónico.
"Drop City"
Para mí, la arquitectura sexy se forma a partir de alguna combinación de todos estos factores. Un elemento de fantasía, un énfasis en el cuerpo, una disolución de los límites entre el interior y el exterior. Ciertamente, algo muy complicado de lograr en un país del hemisferio norte.
- También hablás de la arquitectura y de la civilidad; desde el punto de vista histórico, ¿creés que la arquitectura ha servido en alguna medida como un instrumento de control social?
La civilidad es algo muy importante para mí. Escribí acerca de ella en un libro de 2004, llamado "La ciudad ansiosa", donde describía cómo los arquitectos europeos se valían de la idea de "civilidad" para retrotraernos a las normas sociales del siglo XIX. Esto ocurrió mucho en Gran Bretaña en la primera década del siglo: se construyeron espacios públicos fantásticos y edificios espectaculares, pero impregnados de la filosofía más reaccionaria. Estos nuevos espacios civilizados fueron hechos solo para turistas. Se trata de exponer una visión muy decimonónica de la sociedad. Es muy bonito, pero no tiene nada que ver con la vida real.
En cuanto al sexo, estudié mucho el libro de la psicoterapeuta Esther Perel, "Aparearse en cautiverio". Ella afirmaba que, básicamente, el sexo y la civilidad son términos opuestos. Si el sexo es demasiado educado, no funciona. Siempre hay un elemento de agresión, y estoy de acuerdo. Si los espacios arquitectónicos son demasiado civilizados, se deserotizan. Supongo que por eso es que la casa es el lugar menos sexy de todos.
- De todos los lugares que estudiaste y analizaste para el libro, ¿qué edificios dirías que más se acerca a expresar una relación significativa entre arquitectura y sexualidad?
"Walden 7"
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